domingo, 13 de julio de 2008

La Complejidad como Opción Epistemológica para abordar la Gerencia en las Instituciones de Educación Superior.



“La Humanidad es como es, para unos simple, para otros compleja. No se trata de cambiarla ni de transformarla, sino de conocerla, explorarla, sentirla e interpretarla”
(Gustavo Flaubert, escritor Francés)


Para conocer la realidad no se puede renunciar ni al todo ni a las partes; se debe tomar en cuenta la complejidad de las relaciones que se establecen entre el todo y las partes. La unión de las diversas partes constituye el todo, que a su vez retroactúa sobre los diversos elementos que lo constituyen, confiriéndoles propiedades de las que antes carecían. La relación del todo con las partes no es meramente acumulativa, es más bien solidaria. En tal sentido, se pretende abordar la realidad objeto de estudio desde el paradigma de la complejidad.

El Paradigma de la Complejidad.

El término complejidad según Santibáñez (2004), expresa la imposibilidad de definir de manera simple al mundo. Éste no puede resumirse en una palabra clave, en una ley, ni en una receta que nos devele de manera simple el problema de estudio. En tal sentido el investigador se pregunta ¿Cómo asumir la complejidad del mundo donde vivimos? ¿Cómo mirar y pensar un nuevo modo de la investigación social?

Para transitar este camino, señala Morin (2003), hay que dejar de lado dos ilusiones heredadas del pensamiento positivista. La primera, considerar que la complejidad conduce a la eliminación de la simplicidad, todo lo contrario, el pensamiento complejo une, integra, y va a la búsqueda de las conexiones. Por tal motivo rechaza el reduccionismo, el cual consideró la descomposición del todo en sus partes, para conocer.

La segunda ilusión, de creer que el pensamiento complejo es completud porque sería caer en la totalidad como un absoluto, no se debe olvidar que el conocimiento es inacabado e incompleto. En consecuencia, la complejidad demanda métodos complejos, interrelacionados, globales, dialógicos, que incluyan el análisis y la síntesis, la inducción y la deducción (Morín, 2003).

Hacia un Pensamiento Complejo

Se puede entender la complejidad como un tejido de eventos, de acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones y azares que constituyen nuestro mundo. Una aspiración del pensamiento complejo es el conocimiento multidimensional. (Morín 2003).

Según Morín (2003), para comprender el problema de la complejidad, es necesario saber que hay un paradigma de simplicidad, que pone orden en el universo, y persigue al desorden. El orden se reduce a una Ley, a un Principio. La simplicidad ve a lo uno y ve a lo múltiple, pero no puede ver que lo uno puede, al mismo tiempo, ser múltiple. El principio de simplicidad o bien separa lo que está ligado (disyunción), o bien unifica lo que es diverso (reducción).

En tal sentido, Morín 2001, plantea superar el pensamiento simplificador, es decir, aquel que se vincula ciegamente a un sistema de conocimiento para comprender al mundo sin ser capaz de ir más allá de los límites que a sí mismo se impone. En el pensamiento llamado simplificador se pueden distinguir cuatro principios básicos constantemente mencionados por Morín (2001):

1. La disyunción: que tiende a aislar, a considerar los objetos independientes de su entorno, no ve conexiones, no ve en las especializaciones la relación de unas con otras, entre otros.
2. La reducción: que tiende a explicar la realidad por sólo uno de sus elementos: ya sea síquico, biológico, espiritual, etc.; ve el mundo una máquina perfecta; se siente satisfecho estableciendo leyes generales desconociendo la complejidad de la realidad y del hecho humano.
3. La abstracción: que se contenta con establecer leyes generales desconociendo las particularidades de donde surgen.
4. La causalidad: que ve la realidad como una serie de causas efecto, como si la realidad planteara ingenuamente un trayecto lineal, del menos al más, ascencional o se le pudiera plantear una finalidad.

En cambio, en el pensamiento complejo, se plantea la heterogeneidad, la interacción, el azar; todo objeto del conocimiento, cualquiera que él sea, no se puede estudiar en sí mismo, sino en relación con su entorno; precisamente por esto, toda realidad es sistema, por estar relacionada con su entorno. En este pensamiento complejo se pueden distinguir entonces tres principios: el dialógico, la recursividad, el hologramático:

1. El dialógico: A diferencia de la dialéctica no existe superación de contrarios, sino que los dos términos coexisten sin dejar de ser antagónicos.
2. Recursividad: El efecto se vuelve causa, la causa se vuelve efecto; los productos son productores, el individuo hace cultura y la cultura hace a los individuos.
3. El principio hologramático: Este principio busca superar el principio de holismo y del reduccionismo., en virtud de que el primero no ve más que el todo; y el segundo no ve más que partes. El principio hologramático ve las partes en el todo y el todo en las partes.

En consecuencia, y en opinión del autor, la necesidad de un pensamiento complejo no puede más que irse imponiendo progresivamente a lo largo de un camino, en el cual aparecerán, ante todo límites, insuficiencias, las carencias del pensamiento simplificante, es decir, las condiciones en las cuales podemos eludir el desafió de lo complejo.

De acuerdo a lo expuesto anteriormente, se deduce que la complejidad aparece donde el pensamiento simplificador falla, pero integra en sí misma todo aquello que pone orden, claridad, distinción, precisión en el conocimiento. Mientras que el pensamiento simplificador desintegra la complejidad de lo real, el pensamiento complejo integra lo más posible los modos simplificadores de pensar, rechanzando las consecuencias mutilantes, reduccionistas, unidimensionales y finalmente cegadoras de una simplificación.(Morín 2002)

La Complejidad y la Transdisciplinariedad

La vocación analítica de la ciencia positivista según Martínez, (2003), genera un saber especializado, reduccionista y fragmentado. Los esfuerzos interdisciplinares, aún cuando ayudan a prevenir los excesos de especialización y de compartimentalización del saber, no resultan suficientes para dar cuenta de la complejidad de los fenómenos, sean biofísicos o socioculturales.

En otras palabras, la interdisciplinariedad según el citado autor, no resulta una estrategia válida para dar cuenta del entrelazamiento de las múltiples dimensiones sobre las que se organiza la realidad como un Todo, o, lo que es lo mismo, como una unidad interrelacionada (complejidad). En tal sentido, expresa que para superar este reduccionismo, el paradigma de la complejidad postula la necesidad de organizar el conocimiento científico desde la transdisciplinariedad.

Postura que respalda lo expresado por Morin (2001), quién sostiene que la proyección transdisciplinaria de las ciencias persigue como objetivo, crear un sistema complejo que forma un todo organizador que operan el restablecimiento de conjuntos constituidos a partir de interacciones, retroacciones, interretroacciones y constituyentes complejos que se organizan de por sí.

La transdisciplinariedad es definida por Morín (2004), como aquello que se sitúa a la vez entre las disciplinas (interdisciplinariedad), a través de las disciplinas (pluridisciplinariedad) y más allá de las disciplinas (transdisciplinariedad), y cuya finalidad es la comprensión del mundo presente a partir de la unidad del conocimiento. En ese sentido cabe decir que la transdisciplinariedad es el arte de combinar saberes para la búsqueda de soluciones a problemas y situaciones de cualquier índole, en donde el fin último sea la comprensión integral de la realidad.

Al respecto, Carmona (2004), expresa que los valores epistémicos que motivan esta reforma de pensamiento transdisciplinario son los siguientes:

(a) Conocer para hacer; es decir, combinar los conocimientos teóricos con los de acción.
(b) Conocer para innovar; o lo que es igual, conocer para crear nuevos conocimientos, más allá del saber técnico-aplicacionista.
(c) Conocer para repensar lo conocido o pensado; es decir, epistemologizar el conocimiento, poner a prueba las categorías conceptuales con las que el científico o el tecnólogo trabajan para hacer inteligible o manipulable la realidad de la realidad que se desea estudiar o sobre la que se desea intervenir.

Este espíritu reformista integra la vocación analítica de la ciencia positivista con la vocación transdisciplinaria y problematizadora de la filosofía sustantiva, conjugar ambos intereses es lo que pretenden las Ciencias de la Complejidad (Morin, 2002).

Por otra parte, García (2002), expresa que la transdisciplinariedad traspasa los esquemas y paradigmas cognitivos de las especialidades propiciando las relaciones de cooperación, y articulación de un proceso común.

Es por ello, que se puede decir que no se trata de eliminar disciplinas puesto que es imposible el conocimiento en todo detalle; se trata en todo caso de articular lo que está separado y que debería pensarse en su conjunto; es establecer la vinculación entre los puntos cruciales y los nudos de comunicación.

En ese orden de ideas Morin (2002), frente a las interrogantes sobre el pensamiento complejo y del abordaje transdisciplinario del conocimiento sostiene que:

“...por un lado, nosotros estamos en una época de saberes compartimentalizados y aislados unos de otros. No es solamente especialización, es hiperespecialización, que surge cuando las especializaciones no llegan a comunicarse las unas con las otras, y una yuxtaposición de compartimientos hace olvidar las comunicaciones y las solidaridades entre estos compartimientos especializados. Por doquier es el reino de los expertos, es decir, de técnicos especialistas que tratan problemas recortados y que olvidan los grandes problemas, ya que los grandes problemas son transversales, son transnacionales, son múltiples, son multidimensionales, son transdisciplinarios y en nuestra época de globalización, son planetarios”, p.85

De acuerdo a lo expuesto anteriormente por el autor citado, se puede inferir, que el mundo de hoy se caracteriza por sus interconexiones a un nivel global en el que los fenóme­nos físicos, biológicos, psicológicos, sociales y ambientales, son todos recíprocamente interdependientes.

Por tal motivo para describir este mundo de manera adecuada se necesita una perspectiva más amplia, holista y ecológica, es decir, en relación con todo lo existente e interdependiente, pues todo influye sobre todo; pero esto no lo pueden ofrecer las concepciones reduccionistas del mundo ni las diferentes disciplinas aisladamente; se necesita una nueva visión de la realidad, un nuevo paradigma es decir, una transfor­mación fundamental de nuestro modo de pensar, de nuestro modo de percibir y de nuestro modo de valorar. (Morin, 2002).

En tal sentido, ese carácter complejo del mundo no puede ser aprehendido, se requiere de una actitud, una visión de mundo, una forma de acercarse al manejo cotidiano de la vida. El re-descubrimiento de la complejidad supone un acercamiento hacia la realidad, desde múltiples disciplinas, conocimientos y saberes. La transdisciplinariedad invita a un análisis sensible e inclusivo (Domínguez, 2005).